"Patriota y heroína de la Independencia de México"

Josefa Ortiz María Josefa Cresencia Ortiz Téllez Girón nació en la Ciudad de México el 19 de abril de 1773. La futura corregidora de Querétaro conoció de carencias y tratos poco dignos durante su infancia. La ascendencia vasca por parte de su padre le permitió ingresar como interna al Colegio de Vizcaínas mediante una pensión de gracia que le costearon unos parientes como caridad.

Un tío lejano de su padre, Rafael Eguite, pagó su primera estancia en el colegio del 30 de mayo de 1785 al 16 de septiembre de 1786. Tres años después, Josefa consiguió nuevos apoyos y escribió una carta solicitando su admisión el 16 de mayo de 1789. Luego de examinar su caso, el colegio decidió readmitirla.

Durante esta segunda estancia, con 16 años cumplidos, la joven Josefa Ortiz conoció al que sería su esposo, el licenciado Miguel Domínguez, quien visitaba el colegio por asuntos de negocios y donaciones a la Mesa Directiva. El señor Domínguez, viudo y con dos hijas, se interesó en Josefa y después de su salida del Colegio de Vizcaínas formaron una familia.

El matrimonio Domínguez-Ortiz procreó 14 hijos. En 1802, el virrey Félix Berenguer de Marquina designó como corregidor de Querétaro a Miguel Domínguez. En esa ciudad estaba asentada la familia cuando estalló la crisis de la Corona española en 1808.


Ante el freno a la propuesta autonomista que realizó el Ayuntamiento de México y el golpe de Estado que simultáneamente depuso al virrey José de Iturrigaray, se realizaron reuniones secretas en Valladolid, San Miguel el Grande y Querétaro. En este ambiente de efervescencia política participó Josefa junto con su esposo, quien tres años atrás había manifestado su inconformidad con la medida extractiva que significó para la economía de los novohispanos la Consolidación de Vales Reales.

 Conocer las ideas de Miguel Domínguez permite comprender las profesadas por su compañera, quien participaba en las discusiones políticas como muchas otras mujeres de familias acomodadas.


Por otro lado, el hecho de que su esposo redactara la Representación del Tribunal de Minería, le acarrearía serios contratiempos. Fue destituido como corregidor, aunque reinstalado tiempo después por órdenes de la Corte. Esto acrecentó la animadversión que Josefa sentía contra los funcionarios peninsulares.

Regresando al momento de la crisis de la Corona española, luego de la disolución de la conspiración de Valladolid en 1809, el capitán Ignacio Allende promovió nuevas reuniones patrióticas clandestinas en San Miguel y Querétaro. En esta ciudad, Miguel Domínguez y otros notables se reunían para disfrutar veladas literarias y discutir un plan de acción. Josefa Ortiz, la Corregidora, destacó como partidaria y propagandista de las ideas de independencia. Esta afirmación se sostuvo en lo declarado por el alcalde de la ciudad, don Juan, ante quien se delató la conspiración y se informó oficialmente a las autoridades del Virreinato.


Josefa ha sido reconocida como protagonista de la gesta de Independencia por alertar a los organizadores del movimiento, en particular a Ignacio Allende, de que la conspiración había sido descubierta y estaban próximos a ser apresados.
Un conjurado queretano, Epigmenio González, narró los hechos de septiembre de 1810 en la ciudad de Querétaro, así como las medidas que tomó el corregidor Domínguez en un intento por protegerse a sí mismo y a su esposa.

Sobre la actuación de Josefa Ortiz, Lucas Alamán expuso que la Corregidora mandó a su hijastra María Josefa Domínguez Alarcón a ver al capitán Joaquín Arias, con la recomendación de que iniciara de inmediato la revolución como se había planeado con Allende. Sin embargo, Arias había resuelto traicionar la causa y manifestar al alcalde Ochoa que todo cuanto el corregidor había hecho con respecto a la prisión de los conjurados el día anterior era sólo para aparentar su inocencia.


Con la declaración del capitán Arias, el alcalde Ochoa se sintió respaldado y proveyó auto de prisión contra todos los conjurados. Así fue como a la medianoche del mismo 15 de septiembre de 1810 se aprehendió al corregidor, a su esposa y a otras 15 personas particulares. Ochoa condujo a Josefa Ortiz a su propia casa para luego trasladarla al convento de Santa Clara.

Don Juan Collado fue comisionado para proseguir las causas contra los detenidos. Luego de que llegó a Querétaro, recibió repetidas instancias de la República en el sentido de que dejara libre al corregidor. Con gran sentido común, Collado no sólo puso en libertad al corregidor, sino que lo restituyó en su cargo a los dos días de su llegada, el 24 de septiembre. Sin embargo, Josefa permaneció recluida por casi un mes más, hasta el 22 de octubre.


Lejos de mantenerse al margen y a salvo, Josefa mantuvo vínculos con los insurgentes y expresó su desprecio hacia los peninsulares, según se desprende del informe de Romero Martínez, comandante del batallón urbano, quien en enero de 1811 notificó al virrey la actividad subversiva de la Corregidora. Por este motivo, el virrey advirtió a Domínguez que “hiciese que su mujer se condujera con prudencia, o sería encarcelada por no corregir su conducta”.

Dos años después, Josefa fue acusada de sedición por el doctor Mariano Beristáin y Souza, enviado del virrey Félix María Calleja para verificar las elecciones de renovación del Ayuntamiento. Beristáin envió un primer comunicado el 14 de diciembre de y otro el 23 del mismo mes.

Tras la imputación de Beristáin, el virrey Calleja mandó arrestar a Josefa para trasladarla, incomunicada, a la Ciudad de México. La reacción del corregidor fue solicitar licencia de su cargo para defenderla legalmente.


Para entonces, el virrey Calleja ya había instruido al doctor Agustín Lopetedi para que procediera contra los adictos a la insurrección y con preferencia “a practicar con las diligencias respectivas a la esposa del Corregidor”.

Dada su condición de encierro, en febrero de 1814, Josefa envió reiteradas misivas al virrey, en las que expuso la forma humillante y escandalosa en que fue apresada. Además, le manifestó no conocer el motivo de su prisión y le solicitó audiencia. Sin embargo, el virrey no atendió su solicitud.

Josefa permaneció recluida hasta el 16 de noviembre de 1816, cuando recibió una condena de cuatro años de prisión. Meses después, el 17 de junio 1817, fue liberada por el virrey Juan Ruiz de Apodaca, quien reconoció a Miguel Domínguez el derecho a percibir un sueldo por los servicios prestados. Josefa regresó con su familia en un periodo en que la lucha por la Independencia se sostuvo en forma de guerrilla durante cuatro años más. Al finalizar y fiel a sus principios, rehusó formar parte de la Corte de Agustín de Iturbide.

Josefa Ortiz murió el 2 de marzo de 1829, en la Ciudad de México.


Fuentes

  • Agraz García de Alba, Gabriel, Los corregidores Don Miguel Domínguez y Doña María Josefa Ortiz y el inicio de la Independencia, México, edición del autor, 1992. García, GenaroDocumentos históricos mexicanos, México, inehrm-Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional (Biblioteca de obras fundamentales de la Independencia y la Revolución), 1985. Facsímil de México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1910. González Gamio, Ángeles, Josefa y su independencia, México, Miguel Ángel Porrúa, 2014. Hernández y Dávalos, Juan Evaristo, Colección de documentos para la historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, México, inehrm-Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional (Biblioteca de obras fundamentales de la Independencia y la Revolución), 1985. Facsímil de Colección de documentos para la historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, México, J. M. Sandoval (Biblioteca de El Sistema Postal de la República Mexicana), 1877-1882. Mujeres insurgentes, México, Siglo XXI Editores/Senado de la República (Historia), 2010. Palacio, Celia del, Adictas a la insurgencia, México, Punto de lectura, 2010. Wright de Kleinhans, Laureana, Mujeres notables mexicanas, México, Tipografía Económica, 1910.

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