Una luchadora incansable
Nacida en saltillo, Coahuila en 1927, a Rosario Ibarra de Piedra la vida la llevo a su destino: ser activista y fundadora de una de las primeras organizaciones de madres, padres, y familiares de desaparecidos.
Su vida cambió el día 19 de abril de 1975 cuando su hijo, Jesús Piedra Ibarra fue acusado de pertenecer a un grupo "guerrillero": Liga Comunista 23 de Septiembre, y bajo ese contexto fue detenido y desaparecido.
A partir de entonces, Rosario Ibarra de Piedra, inicio una búsqueda exhaustiva por su hijo. Convencida de encontrarlo, también despertó la inquietud de alcanzar la verdad y la justicia. Su lucha reunió a cientos, que se volvieron miles de madres, padres, hermanos y hermanas de personas desaparecidas. En poco tiempo, su actuar se transformó en una demanda colectiva y en un movimiento social, originado por la inacción de un Estado que no otorgó la seguridad y el respeto de los derechos y libertades de las personas.
Tras dos años de intensas manifestaciones, en 1977, Rosario Ibarra de Piedra fundó el Comité Pro-Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, conocido como el Comité ¡Eureka! Desafortunadamente para ella y muchos de sus seguidores, paso el tiempo sin obtener resultados ni haber encontrado a su hijo, pero eso no derrotó sus ideales de lucha social ni su propósito de la defensa de los derechos humanos.
Bajo la consigna "¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!" lograron localizar cerca de 150 personas desaparecidas con vida lo que fortaleció el movimiento, rechazando todo acto de impunidad y la apatía política del gobierno en turno.
Pese a las victorias, también hubo episodios en donde no fue esclarecida la información ni realizada la búsqueda de otras personas desaparecidas
La lucha de esta incansable activista nunca cesó, se popularizó y logrando extenderse hasta el cumplimiento de las libertades democráticas. Para entonces, su liderazgo era tan reconocido que elevó el movimiento para exigir el respeto y protección de los derechos humanos, las libertades políticas y sociales, y el apoyo al sector campesino y obrero.
Sus exigencias fueron escuchadas y algunas de ellas obtuvieron el reconocimiento de las autoridades, llegando al Congreso de la Unión con la promulgación de la Ley de Amnistía. Con la cual se logró la libertad de presos políticos, el regreso de exiliados del país y se inhabilitaron órdenes de aprehensión.
La labor de Rosario Ibarra de Piedra la llevo a ser candidata a presidenta, se unió a protestas de fraude electoral, una mujer que fue nominada por su lucha para el Premio Nobel de la Paz. Rosario fue una mujer que lideró e influyó en otras causas sociales como la lucha indígena en Chiapas y Guerrero, las muertas en Ciudad Juárez y fundadora de comités de defensa por los derechos de las mujeres.
Su papel en el escenario político permitió traer a primer plano a los sectores sociales desfavorecidos que por años habían sido sacudidos y olvidados por los intereses económicos. En ese sentido, su liderazgo en el movimiento fue un parteaguas para el desarrollo de la participación ciudadana que al final ayudó con el fortalecimiento de la democracia mexicana.
Su camino sentó las bases de las libertades y la aplicación de la justicia, que fueron avance en la vida democrática del país, y su protagonismo en el movimiento de la búsqueda de personas desaparecidas, fue más relevante por el hecho de ser mujer, un aspecto que para la época no era común y donde la participación, sobre todo el liderazgo femenil no era todavía muy vistoso.
Esta representación femenina fue favorable para la democracia y atrajo el apoyo de organizaciones de la comunidad LGBTQ+, quienes por años denunciaron injusticias y falta de apoyo político para terminar con la represión sexual, la homofobia y el sexismo.
Estos hechos impulsaron la igualdad sustantiva y la defensa de las garantías individuales, así como el derecho a la participación política.
Sin duda, estos fueron antecedentes donde la democracia robusteció su base en los valores compartidos, en la oportunidad de participar en igualdad y libertad para expresar opiniones y elegir nuestros sistemas políticos, económicos y sociales.
La democracia y los derechos humanos se vinculan y refuerzan para preservar y promover la dignidad, los derechos y garantías fundamentales de las personas. Su objetivo, brindar la justicia social, y fortalecer la cohesión de la sociedad.
Por ello, la protección y ejecución de los derechos humanos es un objetivo de la democracia. garantizar la libertad y la seguridad de las personas está estipulado en nuestra constitución y es necesario su cumplimiento para generar un estado de bienestar. Si la sociedad es constantemente amenazada, puesta en peligro y no ve garantizados sus derechos humanos, siendo víctima, en este caso de desaparición forzada, no se esta viviendo en un Estado de Derecho.
Uno de los objetivos de la democracia es generar bienestar general y compartido en el marco de los derechos humanos, pues estos resultan ser un parámetro para medir ese nivel de bienestar, esa calidad de democracia.
En la medida en que el ejercicio de los derechos humanos pueda darse, se mide la calidad de la democracia
Desde hace 6 años, el gobierno de México se ha comprometido garantizar los derechos y libertades para todas y todos, en asegurar que los caminos y el acceso a la justicia no estén obstaculizados y donde el estado de bienestar, al igual que la democracia sean una forma de vida.